¿Cómo afecta al organismo el cambio de hora?

2/11/2022

El pasado fin de semana, concretamente la noche del 29 al 30 de octubre, a las tres de la madrugada los relojes digitales se cambiaron y volvieron a ser las 2, ganando así «una hora más de sueño» que al despertar nos hizo cambiar las horas de todos los relojes tradicionales de la casa. Tanto la última semana de octubre como la última semana de marzo es conocida por todos los españoles como la época «cambiar de hora» para, presuntamente, adquirir un mayor ahorro energético, algo que se ha demostrado que es mínimo, mientras que el afecto sobre nuestra salud es real. Entonces, ¿cómo afecta al organismo el cambio de hora?

Los síntomas más habituales por el cambio de hora son el cansancio, la somnolencia, falta de concentración, irritabilidad, dolor de cabeza, falta de apetito e, incluso, desorientación. Por otro lado, los síntomas en patologías neurológicas como la migraña o la epilepsia también pueden verse agravados por estos cambios. Normalmente al cabo de una semana o días -dependiendo de la persona- nuestro cuerpo acaba adaptándose a las nuevas horas de luz.

Pero para que la adaptación sea más agradable se recomienda seguir una serie de medidas como: Modificar la hora de las comidas y el descanso unos días antes del cambio, establecer una rutina de sueño, con horarios fijos para acostarse y despertarse una vez se haya cambiado la hora. Evitar bebidas excitantes, como el café o el alcohol antes de acostarse. Evitar realizar ejercicio a última hora del día, ya que esto activa nuestro metabolismo. Evitar comidas abundantes para cenar. De este modo, la digestión será mucho más fácil. Evitar las luces antes de dormir, sobre todo la de móviles, ordenadores, tabletas o televisiones. No dormir siesta hasta que el cuerpo se habitúe al cambio de horario.

Pero, ¿por qué nos afecta tanto? Porque nuestro cuerpo tiene sus propios relojes internos, y con el cambio de hora, una invención social, se ve alterado. Nuestro organismo sigue un ritmo para muchas de sus funciones: el diario o circadiano como el de sueño y vigilia, el infradiano como la menstruación en las mujeres o el ultradiano, como el que marca el ritmo de alimentación y sueño en un recién nacido. Para marcar ese ritmo contamos con tres relojes: uno interno, alojado en nuestro cerebro para dirigir todos los ciclos orgánicos, y otros dos externos que se rigen por la naturaleza (el sol) o por la sociedad (la hora establecida). Todos deberían ir al compás pero existen diferentes elementos, como el cambio de hora, que juegan en contra de su correcta sincronización, lo que se conoce como los disruptores.

La luz natural del sol es el sincronizador de mayor fuerza. Por sí sola tiene la capacidad de mover el reloj y adelantar o retrasar nuestro reloj interno, por eso se dice que despertar con la luz del sol por la ventana te llena de energía por las mañanas. Existen otras maneras de alterar el ritmo del reloj, y una es protagonista dos veces al año: el cambio de hora. Se considera un ‘cronodisruptor’ pero su efecto admite matices. Por ejemplo, no a todas las personas les afecta igual el cambio. Todos tenemos una preferencia en cuanto a ritmo de sueño-vigilia, es lo que se denomina nuestro cronotipo y lo llevamos escrito en nuestros genes (en nuestro reloj molecular).

En definitiva, ¿por qué nos afecta tanto? Atrasar o adelantar una hora en nuestro reloj de muñeca supone alterar nuestra vida rebobinando o adelantándonos varias semanas. Se ha planteado que toda la UE deje de realizar este cambio de hora, la última vez que se propuso fue en 2019 pero no llegó a ningún puerto, pues son muchos países los que deben ponerse de acuerdo para no alterar más sus horarios y permanecer los doce meses en el horario de invierno o «estándar», ya que ajustar nuestros horarios siguiendo el meridiano de Greenwich – o la hora solar real de cada país- supondría un mosaico de zonas horarias que dificultaría la convivencia y la comunicación entre los países.

Mientras se sigue barajando la idea de retirar o no el cambio de hora, solo nos queda tener paciencia y adaptarnos a él con las recomendaciones de los expertos que hemos descrito arriba.

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