7 de Abril de 2020, Martes Santo, primavera, el azahar en flor, y el sol en todo lo alto, la Vereda sin gente denota algo raro, el trasiego de otros años se echa en falta, las miradas al interior de la Basílica no se producen, «¿Qué pasa, Papá, por que hoy no salimos de nazareno con la hermandad de nuestro colegio?» El padre insiste una vez más en explicarle la situación, pero el pequeño tiene cuatro años y cuatro salidas procesionales con su Cristo del Amor y con Maria Santísima de las Veredas, la primera con solo semanas de vida, y no comprende que hoy, Martes Santo, él no pueda salir a la calle con su túnica y su antifaz, ¡¡ y su vela !!, el pequeñín no comprende aún la situación que vivimos, aunque hasta hoy se ha portado como un campeón, para él hoy, es un día especial, es Martes Santo, no es un martes cualquiera.
ALTARES SALESIANOS PARA UN MARTES SANTO DISTINTO
Su padre se lo explica una y otra vez, le enseña los altares que sus hermanos estudiantes están haciendo en sus casas, para que este día no pase como otro cualquiera, él hace también el suyo, «Papá, papá lo primero el pasito que hicimos el año pasado para Religión», presidiendo su altar y detrás del paso que el pasado año hizo «la Virgen de Consolación, papi, que ella está siempre con nosotros», ya está colocada, ahora poquito a poco, va recogiendo todas las estampas que tienen de sus titulares, «todas no caben hijo, elije solo unas cuantas», le dice su papá, «vale pondremos esta en la que se ven los dos, y éstas de la Virgen y éstas del Cristo» señalando las que más le gustaban. Poquito a poco, va colocándolas donde mejor puede, encima del pasito que él mismo construyó. Sale corriendo para su habitación y vuelve con las dos medallas «papi, esto no se puede olvidar» y las coloca entre la Virgen de Consolación y su pasito, una desgastada por los más de cuarenta años que tiene, de su padre, y otra reluciente, que le fue impuesta, a él con sólo una semana de vida.
«¿Ya está?» le pregunto su padre, «no papá, el Martes Santo es un día de luz, y esto está muy oscuro», dijo con dos velas en la mano, pidiendo para encenderlas, las puso a ambos lados del altar y dijo «ahora si, papi, ahora es Martes Santo». El padre, con dos lágrimas a punto de salir de los ojos, decía para sus adentros «gracias Dios, por darme un hijo a mi imagen y semejanza, ayúdame a hacerlo hombre de fe».
Ya es Martes Santo en Utrera, no es un martes cualquiera, y así se nota en las puertas de la Capilla salesiana, donde se encuentran los dos titulares, no hay trasiego en la calle, pero sí hay AMOR en la VEREDA utrerana.