Todo comenzaba en la Capilla de la Trinidad con el Santísimo Cristo de los Afligidos y Nuestro Señora de los Desamparados en la tarde del jueves santo a las siete de la tarde. Una Hermandad que cogía con ganas esta salida de penitencia pues no salían desde el 2018, ya que en 2019 llovió. Sin embargo, el momento álgido de esta procesión es su paso por el Arco la Villa, un momento de contener la respiración, pues los pasos deben luchar contra un angosto arco casi imposible de traspasar, digno de ver, y eso es lo que hicieron los utreranos a su paso casi un cuarto de hora después de su salida.

Con la Hermandad trinitaria recorriendo el centro de la ciudad, iniciaba su estación de penitencia la hermandad del Silencio cinco minutos más tarde debido al paso de esta primera hermandad del día por las puertas de Santiago el Mayor, una cofradía que puso en la calle otro de los grandes estrenos de la Semana Santa: el nuevo techo de palio de la Virgen de las Lágrimas. Por su parte, el Redentor Cautivo dejaba este año su túnica tradicional, su cordón dorado y su escapulario, para lucir una túnica de lana basta, con cordón de cuerda de esparto y sus primitivas potencias de plata.

El Silencio era solemne con decenas de personas en torno a la parroquia y únicamente presente el sonido de las cadenas de los nazarenos penitentes y los pies de los costaleros entre suspiros de esfuerzo.

Con el inicio del Viernes Santo, treinta minutos más tarde de lo previsto debido a desmayos de algunos de los asistentes y retraso de la banda de música «Nuestra Señora del Carmen» para el paso de palio, comenzaba la estación de penitencia del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Esperanza, la hermandad de los Gitanos, la conocida como Reina de la madrugá utrerana.

Con un exuberante exorno de flores amarillas se ponía en la calle el paso de palio de la dolorosa, mientras el crucificado procesionó sobre un monte de flores moradas y lilas en el que pudo verse el paño de la Verónica que fue presentado en la pasada Cuaresma.